Traducido por David Díaz
La tendencia hacia una “iglesia vía Internet”1 incorporando todos sus programas y actividades como una opción legítima para vivir la iglesia debe terminar. Si una iglesia se ha convertido en una congregación en línea o “virtual” como una alternativa a una reunión “en la carne” de una comunidad de iglesia, debe desistir. Si un plantador de iglesias ansioso y esforzado está planeando iniciar una iglesia virtual, debe detenerse. Si un creyente cree que puede cumplir el mandamiento de congregarse (Hebreos 10:25) iniciando sesión en un servicio de adoración por Internet, él o ella debe volver a replanteárselo.
¿Por qué?
Porque, en pocas palabras, la iglesia virtual es una anti-iglesia.
Que no se me malinterprete. No me refiero a verdaderas iglesias locales que entregan sus mensajes usando el Internet con el fin de proporcionar un recurso educativo o inspirador a su propia membrecía o al resto del mundo. Ni siquiera me refiero a aquellas iglesias que transmiten sus servicios en vivo para personas que están impedidas de salir de sus hogares u otras que ocasionalmente no pueden asistir al servicio. Me refiero específicamente a las iglesias que se “congregan” exclusivamente en línea o aquellas que tienen una parte de su “membresía” participando en la iglesia exclusivamente usando Internet. Me refiero a los “programas completos”2 únicamente en línea promovidos por iglesias y que consideran esto como experiencias eclesiásticas auténticas y viables, entre otras opciones que ofrecen dentro de la totalidad de sus programas.
Sé que para algunos líderes de la iglesia que leen esto, ya es demasiado tarde. Se apresuraron a entrar en esto sin pensar de manera bíblica y teológica. Ya estaban muy acostumbrados a utilizar la última tecnología que es siempre cambiante para transmitir el mensaje que nunca cambia, de modo que simplemente tomaron el siguiente paso lógico. O se vieron envueltos en la carrera de ratas para “mantenerse al día con los de St. Jones”3 y tuvieron que esforzarse por dar los mismos servicios que ofrecían las iglesias de la competencia y que tienen grandes recursos económicos. Cualquiera que sea el caso, algunas iglesias se han tragado el modelo de iglesia virtual y no ven nada de malo en ello. De hecho, este artículo ya les debe tener bastante molestos.
Hasta cierto punto, aquellos que han caído en el pozo de la iglesia en línea no tienen enteramente la culpa. Antes de que cualquier evangélico pudiera terminar cayendo por el precipicio para legitimar una vida de iglesia exclusivamente en línea, su tradición evangélica tuvo que haber tomado cuatro desvíos equivocados en su eclesiología. Sin estos cuatro desvíos, de los cuales la mayoría de los evangélicos modernos son al menos en parte culpables, ningún cristiano honesto se imaginaría jamás dando validez a un ministerio de “iglesia virtual”. Los cuatro desvíos son: el “sermocentrismo”, el “antisacramentalismo”, el “aficionamiento” y el “neodocetismo”.
Para ayudar a pensar bíblica, teológica e históricamente sobre el desastroso surgimiento de la anti-iglesia en línea, necesitamos examinar más de cerca estos cuatro caminos equivocados.
Sermocentrismo: Reducir a la Iglesia al tiempo de la predicación.
El sermocentrismo es un error que reduce todo el servicio de adoración al sermón. Es decir, en lugar de colocar el momento de la predicación de la Escritura en su lugar apropiado como un elemento vital de una experiencia de adoración plena, el sermón se convierte en lo más importante, todo apunta al sermón y todo gira en torno al sermón. De hecho, en el servicio de una iglesia sermoncéntrica, todo lo demás, excepto el sermón, es eliminable, es opcional o flexible.
Sin embargo, un servicio de adoración bíblico completo nunca debería ser reducido solo al sermón. En la iglesia apostólica, el culto semanal incluía también la confesión de pecados unos a otros, la oración congregacional, el cantar himnos juntos, la lectura pública de las Escrituras, un mensaje que animaba a los creyentes hacia el amor y a las buenas obras, una ofrenda de alimentos o en dinero para los más necesitados, y la observancia de la Cena del Señor como un momento de renovación espiritual personal y congregacional. De hecho, ni el Nuevo Testamento ni la iglesia primitiva jamás consideraron el sermón como el centro total, el clímax o el único propósito para congregarse el domingo por la mañana.
Cuando los propósitos de “reunirse” como iglesia se mencionan explícitamente en el Nuevo Testamento, incluyen lo siguiente: exhibir la unidad de la comunidad al observar adecuadamente la Cena del Señor (1 Corintios 11:17-21, 33-34); ejercitar los dones espirituales para la edificación de todo el cuerpo (1 Corintios 14:23-26); orar por asuntos urgentes (Hechos 4:34); para informar de esfuerzos ministeriales (Hechos 14:27); discutir problemas doctrinales y asuntos prácticos (Hechos 15:6); leer escritos apostólicos (Hechos 15:30); para partir el pan e instruir en la fe (Hechos 20:7); ejercer la disciplina eclesiástica para la purificación de la congregación local (1 Corintios 5: 4); animarse unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:25); confesar los pecados unos a otros (Santiago 5:16). Con esta breve muestra, podemos ver que los propósitos de la comunidad reunida físicamente y de sus líderes fueron mucho más allá de un tiempo de adoración el domingo por la mañana, e incluso ese tiempo no podría caracterizarse como centrado nada más que en el sermón.
Desde una perspectiva histórica, el desvío hacia el sermocentrismo ocurrió en algún momento después de la Reforma Protestante durante la era del avivamiento, entre los años 1700 y 1900 aproximadamente. Durante ese tiempo, los predicadores itinerantes, muchas veces adquiriendo el estatus de celebridades, viajaron de un lugar a otro, y a veces hasta de un país a otro, atrayendo a multitudes con mensajes evangelísticos dinámicos. Predicaron sus electrificantes sermones desde escenarios, campos abiertos llenos de gente y también en auditorios abarrotados. Todo se centró en esta proclama. Este énfasis de avivamiento en el sermón pronto se abrió camino en nuestras iglesias, que comenzaron a modelar sus mensajes matutinos en el patrón de avivamiento como sigue: primero, mucha música para excitar a la congregación, para luego continuar con un largo mensaje, diseñado para incitar una reacción en las mentes de los oyentes, de sus corazones y de su voluntad.
Sin embargo, cuando muchas iglesias tomaron este giro hacia el sermocéntrico, todos los demás elementos bíblicos vitales de la iglesia reunida fueron primeramente disminuidos, luego descuidados y finalmente ignorados o rechazados, los cuales son: la oración congregacional, disciplina de la iglesia, confesión pública de pecado y perdón, y especialmente la práctica semanal de la Cena del Señor. Hoy en día, el modelo sermocéntrico del culto dominical por la mañana es prácticamente una convicción incuestionable de muchas iglesias evangélicas. Nuestros líderes y quienes asisten a las reuniones simplemente carecen de la perspectiva bíblica e histórica para darse cuenta de cuán alejado está el modelo sermocéntrico de la experiencia de adoración establecida por los apóstoles y practicada por la mayoría de los cristianos durante siglos. (Para una alternativa al modelo sermocéntrico, que yo llamo “el modelo centrado en el púlpito / altar”, vea el capítulo 10 de mi libro Retrocristianismo: Recuperando la fe olvidada).4
Al reducir el propósito de la iglesia reunida solo al tiempo de la predicación desde el púlpito, el evangelicalismo5 abrió la puerta para entregar este elemento central de la iglesia en formas que no requieren que la iglesia esté físicamente reunida. Sin el giro sermocéntrico, la viabilidad de la iglesia virtual en línea no podría tener lugar.
Antisacramentalismo: abandono de los sacramentos y de la renovación.
Cuando muchos evangélicos redujeron el servicio de adoración al sermón, comenzaron a tener problemas para encontrar un buen lugar para los sacramentos del Nuevo Testamento, los cuales son el bautismo y la Cena del Señor. A medida que se consideraba al cuerpo de la iglesia más como simplemente un público reunido para escuchar un sermón, el bautismo comenzó a perder su significado original como ceremonia solemne que representa un compromiso en una comunidad de pacto. Si revisamos todas las razones por las que la iglesia se reunió en los tiempos del Nuevo Testamento, notaremos que todas enfatizan un grado serio de responsabilidad corporativa y compañerismo entre sí. En una mentalidad de escenario / auditorio donde multitudes cada vez más grandes ubicados en apretadas filas de asientos simplemente significaban más oídos para escuchar un mensaje motivacional, el concepto de membresía de la iglesia del pacto perdió importancia. Como resultado, hoy en día muchas tradiciones simplemente no enfatizan el papel necesario del bautismo en la vida de la iglesia. Cuando el bautismo es practicado, aún sigue siendo esporádico, se agrega informalmente antes o después de un servicio dominical por la mañana, o se relega a un “servicio especial de bautismos” separado del propósito real de la iglesia: enfatizar a la congregación su mensaje esencial.
La Cena del Señor ha sufrido aún más. No hay duda de que los apóstoles y la iglesia primitiva practicaban la Cena del Señor (o “comunión” o “eucaristía”) todas las semanas como una parte esencial de su experiencia de adoración congregacional. Era un tiempo santo para ofrecerse a sí mismo, así como el cuerpo reunido, como sacrificios vivos a Dios en humilde consagración (Romanos 12). La hogaza de pan6 que se repartía no solo representaba la unidad del cuerpo reunido, sino que también era la manifestación de esto en forma tangible (1 Corintios 10:17). Los miembros de la iglesia no estaban simplemente reunidos para escuchar la lectura y la predicación de la Palabra. Fueron llamados a dar un paso al frente, habiendo confesado los pecados entre ellos y hacia Dios, llevando una ofrenda de amor por los demás y consagrándose a vivir una vida de justicia en respuesta a la Escritura leída y predicada. Entonces, cuando los evangélicos descuidaron el énfasis bíblico en la renovación personal y congregacional a través de la observancia semanal de la Cena del Señor, perdieron una experiencia real, tangible y santificadora de la fe diseñada para fortalecer tanto a cada creyente individual como a la iglesia en su conjunto.
Ambas ordenanzas bíblicas de la iglesia local no sólo funcionaban como medio necesario para la participación del pacto (el bautismo como la iniciación y la comunión como la renovación), sino también como medio de ejercer la disciplina y mantener la santidad en la comunidad. En el momento de su bautismo, los miembros de la iglesia confesaban su fe salvadora en el Dios Trino y hacían un compromiso de pacto para vivir la vida cristiana en la rendición de cuentas de la comunidad de la iglesia. Después de haber hecho esta promesa, los creyentes firmes se mantuvieron renovando su promesa de vivir guiados por el Espíritu en arrepentimiento de la maldad y creciendo en justicia, para participar en la Cena del Señor. Aquellos que se desviaron de la senda de la rectitud fueron excluidos de estar presentes en esta santa comida, de la cual Cristo mismo fue el anfitrión divino por medio del poder del Espíritu Santo.
Al abandonar físicamente la práctica las ceremonias7 congregacionales de la iniciación del pacto (bautismo) y la renovación del pacto (la Cena del Señor), o al reemplazar estos sacramentos bíblicos con procesos menos formales y menos físicos para la membresía y la re-dedicación de la iglesia, el evangelicalismo abrió la puerta un poco más para un modelo de iglesia virtual. Las iglesias virtuales realmente no pueden bautizar. Realmente no pueden participar de la Cena del Señor desde una sola hogaza de pan que se parte para representar la unidad espiritual y física de un solo cuerpo. Realmente no pueden excluir a los que están bajo disciplina de la mesa del Señor o hacer que los miembros individuales del cuerpo cumplan con su promesa bautismal de discipulado. Entonces, sin el desvío del antisacramentalismo, la viabilidad de la iglesia en línea no podría haber ocurrido.
El Aficionamiento: convertir a la congregación en una audiencia.
Hemos visto que la iglesia reunida en el Nuevo Testamento estaba comprometida con la oración congregacional, con la confesión de los pecados entre sí, con la edificación mutua a través de los himnos, con la enseñanza bíblica, con la lectura de la Escritura, en proveer para las necesidades, en el ejercicio de los dones espirituales y en la observancia de la Cena del Señor. Si uno expresara este tipo de servicio de adoración en un diagrama, tomaría la forma de un círculo. A medida que los miembros de esta comunidad de pacto se enfocan juntos en el centro de la persona y la obra de Jesucristo, ellos mismos manifiestan por su presencia física el “cuerpo de Cristo” reunido: Su presencia física corporativa sobre la tierra.
Sin embargo, especialmente en el siglo XX, los modelos de iglesia más influyentes y que destacan más por su paradigma no pueden describirse como un círculo, sino más bien como una pirámide. En lo alto de este gran monumento se encuentra el predicador celebridad, el centro y la fuente de toda la actividad. Es cierto que aquel predicador puede dirigirnos hacia la Biblia y hacia Jesús, pero lo hace de maneras que necesariamente mantienen nuestra atención en el predicador mismo. Si minimizara su presencia y acortara su mensaje a fin de restablecer el lugar apropiado de oración colectiva, observancia de las ordenanzas, estímulo y exhortación mutuos, lectura de las Escrituras y otras actividades menos glamorosas y menos impulsadas por la personalidad de la iglesia, la celebridad necesariamente perdería su lugar de ser el centro de atención.
Hay algo que debemos reconocer y enfrentar. El pastor célebre ha desplazado principalmente la mesa de la Cena del Señor, la cual enfocaba a la congregación en la encarnación de Dios el Hijo, en su muerte expiatoria, en su resurrección y en su presencia permanente en la comunidad reunida. Luego, los mensajes motivacionales semibíblicos, ingeniosamente concebidos y profesionalmente presentados, han convertido el púlpito en un escenario. El “servicio” es ahora una “producción”. Esta producción se ha convertido en una marca. La iglesia misma se convierte entonces en una franquicia que puede empaquetarse y distribuirse, incluso comercializarse. Las iglesias filiales con estas producciones ya recibidas como por tubería dan paso a la transmisión de esta “comida rápida espiritual” que sabe dulce en la boca, pero amarga al alma.
En la forma extrema de este cristianismo falso, la congregación ya no se define como aquellos miembros del pacto que se reúnen con frecuencia para tener comunión con el Señor al comunicarse con Su cuerpo corporativo en la tierra. Más bien, la congregación se ha convertido en una multitud de “fanáticos” atraídos por un predicador brillante como insectos tontos atrapados por una luz brillante. Y con el advenimiento de las transmisiones en vivo y los métodos de entrega en línea, el crecimiento de la base de los seguidores es casi ilimitado. Con el aficionamiento de la iglesia, la congregación se ha convertido en una audiencia enfocada en la última luminaria evangélica… o en sintonizarnos para escuchar a su talentoso gurú del evangelio.
Al convertir a la congregación en una audiencia, el evangelicalismo abrió aún más la puerta para legitimar la iglesia en línea. Los miembros de la iglesia virtual son audiencias puras, ya que su “participación” a través de los medios en línea es únicamente observación. Incluso si se le pide al observador en línea que ore, cante, coma una galleta y beba un poco de jugo, o que grite “Amén”, no está haciendo nada más que lo que todos hicimos cuando respondimos las preguntas del Sr. Rogers8 o respondió a programas más actuales para niños como Las Pistas de Blue y Tú o Dora la Exploradora. La diferencia es que el cristiano adulto debería saberlo mejor. Entonces, sin el aficionamiento de la congregación, la idea de la iglesia en línea nunca podría haber despegado.
Neodocetismo: Promoción De Una Iglesia No Encarnada.
Finalmente, el evangelicalismo se ha hundido cada vez más en el docetismo eclesiológico. El docetismo cristológico fue la herejía temprana9 que separó la verdadera humanidad física y corporal de Cristo de su verdadera divinidad espiritual, ya sea rechazando o minimizando severamente la corporalidad de Cristo y exaltando su condición de ser espiritual. El resultado fue que Jesús sólo “parecía” humano y físicamente presente.
Cuando la iglesia es entendida bíblica y teológicamente como el cuerpo de Cristo, este lenguaje necesariamente asume una cristología encarnacional ortodoxa: lo cual significa que Jesús es completamente humano, completamente divino (no uno u otro), encarnado (no un fantasma), físico (no un fantasma), real (no aparente), y entre nosotros (no remoto). Para que la iglesia refleje esta realidad encarnada de Cristo como la misteriosa extensión de su cuerpo en la tierra, la iglesia debe estar encarnada, física, real, reunida localmente, en la carne.
Una auténtica reunión del cuerpo de Cristo en la tierra debe poder describir su vida corporativa en términos de encarnación como los de 1 Juan 1:1, “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos”.10 Si simplemente puedo oír y ver el cuerpo reunido, pero no puedo tocar y abrazar a sus miembros, ni sentir, oler y saborear sus sacramentos, entonces no es una iglesia encarnacional sino una iglesia docética. La palabra “docetismo” significa “parece ser” o “parece ser”. De hecho, es el equivalente funcional del término moderno “virtual”, que significa “simulado” u “opuesto a lo real o físico”. La herejía docética enseñó que Jesucristo era solo un humano “virtual”. Su humanidad no era real, no era física. Fue humanidad “simulada”. En la misma línea, un cuerpo docético de Cristo sería una iglesia “virtual”. Su reunión congregacional no sería real, no sería física. Sería una iglesia “simulada”. Y así como la realidad virtual no es 100% real, la iglesia virtual no es 100% iglesia.
En resumen, la iglesia docética no es una alternativa más aceptable a una iglesia encarnada que un Cristo docético a un Cristo encarnado. Así como el Cristo docético es un anticristo, la iglesia virtual también es una anti-iglesia.
Auge y caída de la anti-iglesia
El “que se pueda” no implica “que se debería”. La capacidad de que algo pueda realizarse no autoriza que deba hacerse. Después de que el evangelicalismo en su conjunto tomó estos cuatro rumbos equivocados en los últimos siglos, un número en aumento de personas e iglesias demasiado entusiasmados han tomado el timón y han llevado sus ministerios de cabeza al precipicio. Esto ha desembocado en la creencia docética de que una iglesia en línea es un sustituto legítimo de una verdadera congregación reunida.
Evangélicos que realmente se dedican a una renovación bíblica, teológica e histórica de la iglesia se deben resistir esta locura. Permítanme sugerir tres formas en que podemos hacerlo.
Primeramente, no hay que promover, ni aportar, ni tolerar a iglesias virtuales o programas solo en línea y aquellos que los propagan. Aquellos que creen que las iglesias en línea pueden pasar por iglesias reales han demostrado con esta misma creencia que no están calificados para pastorear una verdadera iglesia encarnada de Cristo. Aparentemente, no tienen la comprensión bíblica, el entrenamiento teológico y la perspectiva histórica necesarios para sacar a la iglesia de su crisis actual. Solo pueden llevarlo más rápido hacia su desintegración. Resista la tentación de iniciar una iglesia virtual o promover actividades en línea como una alternativa viable a la reunión del cuerpo. Y corra (no camine) de quienes las inician.
En segundo lugar, hay que enmendar el rumbo, volver atrás y trabajar para revertir los cuatro caminos equivocados que llevaron a que la iglesia virtual fuera considerada incluso como un movimiento ministerial aceptable. Dar la espalda a la promoción de la iglesia no encarnacional (neodocetismo), no tratar más a la congregación como si fuera solo una audiencia (aficionamiento), y que ha abandonado las ceremonias de iniciación y renovación del pacto (el antisacramentalismo) y que ha reducido a la iglesia solamente al mensaje (sermocentrismo). Cada uno de estos cuatro caminos por separado y en su conjunto han llevado a una serie de modelos de ministerio que están trabajando para debilitar, no para fortalecer, a la ya decadente tradición evangélica.
Y en tercer lugar, promover un ministerio eclesiástico pleno, alineado con las prioridades bíblicas, informado por las realidades históricas y fortalecido por las convicciones teológicas. No permita que el pragmatismo, la presión de los amigos, el comercialismo, la popularidad, los números y el resultado final dicten los modelos y métodos de su ministerio. Puede parecer que los modernos artilugios tecnológicos y juegos están generando un cierto éxito en su ministerio, pero esto es sólo un éxito “virtual”. Al final, cualquier cosa que no sea una eclesiología encarnacional conducirá su ministerio a la destrucción.
Para un antídoto bíblico, teológico, histórico y que sea viable en contra de estas tendencias, le invito a que considere mi libro, RetroChristianity: Reclaiming the Forgotten Faith [Retrocristianismo: Recuperando la Fe Olvidada].
[Publicado originalmente el 12 de abril de 2012 en www.retrochristianity.com]
1 Nota del traductor: El autor de este artículo, Michael Svigel usa el concepto de “Iglesia campus”, lo cual en Estados Unidos es el concepto que refleja todas las instalaciones, edificios, y salones, con las actividades que tienen las iglesias. Pero también se usa en el sentido de “campus virtual”, en el cual una universidad o incluso iglesia, puede ofrecer todos sus servicios y actividades en línea. Se utilizan todos los medios y aplicaciones tecnológicas para conectar a todos sus miembros.
2 Nota del traductor: Aquí usa el concepto de “campus” en el inglés. De aquí en adelante, nos referiremos a “actividades” o “programas”.
3 Nota del traductor: Michael Svigel usa con propósito humorístico este dicho que originalmente dice “keeping up with the Joneses” [mantenerse al día con los Joneses], cambiado levemente a, “keeping up with the St. Jones’s” [mantenerse al día con los San Jones]. Originalmente es un dicho de inicios del siglo XX en Estados Unidos que se usa para indicar que alguien quiere mostrarse superior a su vecino ya sea en lo social, cultural y principalmente en lo económico. Aquí lo usa entonces en el sentido de iglesias que quieren competir con otras iglesias para ostentar cuál es mejor o superior.
4 Nota del traductor: esta sería una traducción no oficial de su libro RetroChristianity.
5 Nota del traductor: Michael Svigel usa el término evangelicalismo (evangelicalism) se refiere al movimiento cristiano evangélico posterior a la Reforma Protestante del siglo XVI. También existe el evangelicalismo moderno.
6 Nota del traductor: Michael Svigel enfatiza aquí que el pan era uno, un solo pan grande que luego se partía y repartía, pues usa la expresión “the one bread”.
7 Nota del traductor: Michael Svigel, usa en inglés el término rito.
8 Nota del traductor: Michael Svigel alude aquí a un tranquilo programa de televisión educativo infantil que inició en la década de los 60’ y terminó en el 2001 en Estados Unidos llamado Mr. Roger’s Neighborhood (El Vecindario del Sr. Rogers). En un barrio imaginario Fred Rogers (ministro presbiteriano y músico) sin mucho guión o argumento respondía preguntas de los niños, tenía canciones, daba enseñanzas, mostraba experimentos, visitas a fábricas, y otros.
9 Nota del traductor: el docetismo fue finalmente condenado como herejía en el Concilio de Nicea en el año 325 d. de C.
10 Nota del traductor: se adecuó el versículo según la Reina Valera 1960.